domingo, 8 de septiembre de 2013

Pensamiento político latinoamericano y educación - Jorge Huergo


Las diversas tradiciones políticas y grandes pedagogos latinoamericanos. Una reflexión de la formación docente y de las prácticas educativas a partir de estos recorridos conceptuales.


Profesor en Filosofía y Pedagogía. Magíster en Planificación de la Comunicación. Docente y Director del Centro de Comunicación y Educación de la Universidad Nacional de La Plata, desde hace 20 años. Ex Director de Educación Superior de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires. Director de investigaciones sobre "Los sentidos de la escuela para sus actores" y "Los impactos educativos de la Asignación Universal por Hijo".



  • Las luchas por la emancipación y la formación del sujeto latinoamericano: Simón Rodríguez
  • El anarquismo y sus experiencias educativas
  • El nacionalismo popular: Saúl Taborda
  • El peronismo como pedagogía popular y la educación
  • La teología de la liberación latinoamericana y la educación
  • Política y educación en el pensamiento de Paulo Freire  


      Simón Rodríguez (1769-1854), venezolano, maestro de Simón Bolívar.

Rodríguez aporta una visión particular de la educación y del sujeto latinoamericano. A diferencia de la pedagogía hegemónica, Rodríguez considera que es “este” sujeto cultural (indio, mulato, negro, zambo, mestizo, pobre, desarrapado) el sujeto político, y no el europeo o norteamericano. Y es este el sujeto pedagógico en formación, y no un modelo traído de afuera o fabricado en la mente brillante de algún o algunos iluminados.

Simón Rodríguez alude a lo que podríamos llamar una pedagogía del viaje, que forma parte de una genuina experiencia latinoamericana. Vale la pena hacer memoria del viaje de Simón Rodríguez junto a Simón Bolívar, a pie, por Europa. Un viaje plagado de incertidumbre, de experiencia social y de utopía. A pie se conversa, se lleva tal o cual libro, se dialoga y se discute, se miran otros espacios, otros paisajes, se conoce otra gente, se comenta acerca de los lugares por donde se pasa. En el viaje hay distintos olores, distintos colores, diferentes sonidos, músicas, canciones. El hombre se interroga e interroga al viaje: el viaje significa una serie de preguntas a las que se debe responder de manera fecunda. Toda esa tierra, de tanto historia y de tan variado paisaje, educa y provoca iniciativas. En los viajes a pie, en movimiento, se instala más la vida que en el reposo. Ya no es el maestro el que enseña; el pedagogo es el viaje. Con las marcas de ese viaje, el 15 de agosto de 1805, Rodríguez y Bolívar ascienden al Monte Sacro de Roma, dialogan, discuten, recuerdan; se abren, de pronto, hacia el porvenir, como rasgando las nubes del tiempo; examinan la situación de la América sojuzgada; advierten la posibilidad de liberarla, destrozando la vasta red opresora; ven en lo profundo la fuerza que se requeriría para el reto y la acción. Y hacen un juramento que es el fruto educativo del viaje. Cuenta Rodríguez: “Y luego Bolívar, volviéndose hacia mí, húmedos los ojos, me dijo: Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres; juro por mi honor y juro por la patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que no haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”. Narra Bolívar: “Abrazándonos, juramos liberar a nuestra patria o morir en la demanda”.
  

      Saúl Taborda (1885-1943), cordobés, principal crítico de Sarmiento y de la “pedagogía oficial”.

A diferencia de Sarmiento, Taborda sostiene que los principios pedagógicos deben derivarse del hecho educativo comunal y no de la doctrina de la igualdad que es pilar de la escuela oficial y está sostenida en Europa. Taborda afirma que las instituciones copiadas cargan con contradicciones que son propias de sus contextos de origen, cosa que ocurre con las escuelas. Antes de la escuela sarmientina, muestra en su obra Saúl Taborda, las comunidades habían desarrollado un tipo de educación que Taborda llama "facúndica" (para aludir al caudillo Facundo Quiroga y al libro de Sarmiento Facundo. Civilización y barbarie). Allí se hace evidente lo que afirma Taborda, que todos los espacios sociales (y no sólo la familia y la escuela) son educativos y tienen su propia didáctica, y se mueven en la dialéctica entre dos polos: la tradición y la revolución. Pretender, como Sarmiento, una "revolución" que no tenga en cuenta la tradición educativa, lleva a copiar modelos extranjeros que cargan con un "ideal de ciudadano" ajeno a nuestra idiosincrasia.

Hace casi 100 años Taborda apostó a una renovación pedagógica articulada con la propia experiencia histórica: el llamado movimiento de la juventud de la reforma universitaria de 1918. En este sentido, la vivencia y la experiencia, junto al trabajo, son los novedosos acentos pedagógicos de ese tiempo contra el colonialismo eclesiástico y el intelectualismo positivista. Otra de las cuestiones más notables respecto al proceso educativo se refiere al rescate y reconocimiento de la sensibilidad, como así también de lo sexual. En este caso, llama a explorar y conocer la “erótica juvenil”, cuya significación es tan diferente a la del adulto, antes de llenar a los jóvenes (por ignorancia de los adultos-educadores) con un inventario de cosas propias de la moral y los prejuicios de los adultos. 

         
      Paulo Freire (1921-1997), brasileño, inspirador de la denominada “educación liberadora”.

Entre los múltiples elementos a rescatar de este pedagogo, debemos destacar que (al igual que los anteriores) Freire comprende la educación como un proceso situado social, cultural e históricamente, en este caso, en una situación de opresión. Por eso contrapone la educación bancaria (donde se depositan contenidos) a la educación liberadora, que sostiene que nadie educa a nadie, nadie se educa solo, nos educamos en comunión mediados por el mundo.

Uno de los aportes más importantes de Freire es que el trabajo educativo debe realizarse “con” los otros, con los dominados u oprimidos, en la búsqueda de sus propias formas de organización (y no para imponerles las que nosotros consideramos las mejores o adecuadas). Para ello, el punto de partida de todo proceso educativo es el aquí y ahora del otro, su propio “universo vocabular” o mundo cultural (aunque esté echado a perder), que debemos reconocer para no ejercer acciones meramente asistencialistas, iluministas o paternalistas[1]. Pero saber partir de ese aquí y ahora no significa quedarse en ese nivel, sino iniciar un largo camino desde allí.

Otro de los aportes fuertes de Freire es la acción educativa centrada en el diálogo. El diálogo (lejos de lo que sostienen la teorías del contrato social y del consenso, tan arraigadas en el sentido común) dice Freire que es un encuentro, muchas veces conflictivo, no armonioso; como tal, el diálogo es una larga construcción que se produce entre identidades y culturas diferentes, entre experiencias diversas, donde cada una y cada uno tiene que abrirse la posibilidad de pronunciar su palabra (lo que ya es transformar el mundo).

Finalmente conviene recordar que Freire contribuyó a pensar la educación popular, un campo tan extendido en nuestra América Latina. Lejos de pensar en una educación basista, o de “esclarecimiento” o adoctrinamiento de los sectores dominados, o una educación primitiva o rudimentaria, Freire dice que “la educación popular es la dimensión educativa del trabajo político”. Antes que ajena o que alejada del trabajo político, la educación popular adquiere sentido en él.

Estas perspectivas centradas en el sujeto latinoamericano y una pedagogía del viaje (Rodríguez), en el carácter educativo de los espacios sociales y en el valor de la vivencia y la experiencia social (Taborda), en el reconocimiento del mundo cultural del otro, el diálogo y la dimensión educativa del trabajo político (Freire), contribuyen a pensar la educación no sólo en el sistema educativo y en las escuelas. Tenemos este desafío: pensar y actuar en el campo educativo, que es el conjunto complejo y conflictivo de polos, espacios, agencias, actores, referentes, que contribuyen a que “leamos y escribamos” el mundo, a que formemos nuestra subjetividad, a que constituyamos un sujeto colectivo democrático.






[1] Véase el video “Paulo Freire,constructor de sueños” difundido por la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo.



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